luns, 21 de agosto de 2017

Duelo mamífero


Hace ya dos años escribí sobre el duelo tras la muerte del recién nacido desde el cuerpo de mamífera. Un duelo que no entiende de fases, que no se racionaliza porque se queda en el cuerpo. Ese útero que grita, clamando por el hijo ausente. Los pechos vaciándose en una leche-sangre-vida-muerte que nadie se bebe. Una primera fase en la que el cuerpo llama y busca insistentemente, desesperadamente, a su cría, aquella cuyo cuerpo sigue intacto en la memoria del vientre. Fase de mantenerse alerta, de olvidar el propio daño físico de la cesárea, el parto o la leche que revienta el seno. De sobrevivir casi sin sentir como propio el cuerpo. Olvidarse de respirar. Un tiempo y un espacio detenidos. Suspendidos en el precipicio. En este momento el ansia de cría marca todo. Después, la calma, solo espejismo antes de la desolación brutal que se avecina y anida para siempre, cuando el cuerpo asume, como losa, la marcha de la cría. Hace poco la perrita Tara llegó a casa tras parir cuatro cachorros muertos. Vi sus loquios. Su cuerpo despojándose de la vida. Su mirada muerta. Sus porqués sin respuesta. La leche retenida en sus mamas que gotean. Tan iguales que impresiona. Y, perra tímida de vida dura, nos tiene miedo a todos... menos al bebé de la casa, el único al que se acerca, presurosa, en cuanto lo oye. Y yo sé por qué.  A Tara sus rescatadoras la habían llamado Mai...

Dó mamífero
Hai xa dous anos escribín sobre o dó tras a morte do neonato desde o corpo de mamífera. Un dó que non entende de fases, que non se racionaliza porque queda no corpo. Ese útero que grita, clamando polo fillo ausente. Os peitos baleirándose nun leite-sangue-vida-morte que ninguén bebe. Unha primeira fase en que o corpo chama e busca insistentemente, desesperadamente, a súa cría, aquela de corpo que segue intacto na memoria do ventre. Fase de manterse alerta, de esquecer o propio dano físico da cesárea, o parto ou o leite que rebenta o seo. De sobrevivir case sen sentir como propio o corpo. Esquecer respirar. Un tempo e un espazo detidos. Suspendidos no precipicio. Neste momento a ansia de cría marca todo. Despois, a calma, só espellismo antes da desolación brutal que se aveciña e aniña para sempre, cando o corpo asume, como lousa, a marcha da cría. Hai pouco a cadeliña Tara chegou a casa tras parir catro cachorros mortos. Vin os seus loquios. O seu corpo despoxándose da vida. A súa ollada morta. Os seus porqués sen resposta. O leite retido nas súas mamas que pingan. Tan iguais que impresiona. E, cadela tímida de vida dura, tenos medo a todos... menos ó bebé da casa, o único ó que se achega, apresurada, en canto o escoita. E eu sei por que. A Tara as súas rescatadoras chamárana Mai...