luns, 20 de xuño de 2016

El miedo, cara a cara



Se me interrumpe el sueño en la madrugada. Lo inexorable me visita. Se me hace carne porque, con el test en la mano, ya no hay vuelta atrás. Es ahora, día a día, paso a paso, para un final que es sí o sí la separación de nuestros cuerpos. Tu nacimiento. Mi parto. Y ya no hay escapatoria posible. No puedo salirme de mí. No puedes no nacer de este mi cuerpo. No te puedes quedar dentro eternamente. No puedo congelar este segundo. Y es que, no puedo hacer nada. Nada. No depende de mí determinar nuestro encuentro. No dependen de mí tus semanas en mi cuerpo o fuera de él. Ni depende de mí si respiras. Ni la cesárea o el parto que te traiga a este lado de la vida. Solo el tiempo. Solo dejar pasar el tiempo. Aceptar. Aceptar que desde el mismo momento en que te me haces carne de mi entraña hueles a muerto. Abro las piernas y te paro mortal. Y cuando por primera vez te abrace miraré, cara a cara, a la muerte.

O medo, cara a cara.
Interrómpeseme o sono na madrugada. O inexorable visítame. Fáiseme carne porque, co test na man, xa non hai volta atrás. É agora, día a día, paso a paso, para un final que é si ou si a separación dos nosos corpos. O teu nacemento. O meu parto. E xa non hai escapatoria posible. Non podo saírme de min. Non podes non nacer deste meu corpo. Non podes quedar dentro eternamente. Non podo conxelar este segundo. E é que, non podo facer nada. Nada. Non depende de min determinar o noso encontro. Non dependen de min as túas semanas no meu corpo ou fóra del. Nin depende de min se respiras. Nin a cesárea ou o parto que che traia a este lado da vida. Só o tempo. Só deixar pasar o tempo. Aceptar. Aceptar que desde o mesmo momento en que te me fas carne da miña entraña cheiras a morto. Abro as pernas e te paro mortal. E cando por primeira vez te abrace mirarei, cara a cara, á morte.

xoves, 16 de xuño de 2016

El principio del camino...



Es viernes y salgo de viaje. Quiero hacer vida normal y dejar, por fin las elucubraciones, el control milimétrico del cuerpo, el examen de cada sustancia expulsada. Muchas horas sentada en el coche y ligeros movimientos de mi útero que aparto al instante, como moscas molestas.
Pero, al día siguiente, es el pecho el que se me rebela, el que ignora que no, que no hay embarazo, que se fue, y siento la presión que caracteriza la subida de la leche. Por un segundo dudo. Estoy en casa de Anna, podría pedirle un test. Qué tontería, céntrate, menstrúas, hay sangre, no hay bebé.
Y pasa otro día y estoy en el parque y, con toda seguridad, te noto en mi útero. Se fueron las moscas. Estás. No lo puedo negar. No lo puedo dudar. Estoy de pie y te me mueves y voy andando solo a paso lento porque te siento llenándome el útero y me tiras hasta de las piernas. Cuando llego al coche me duermo, ese sueño incontrolable que te cierra los ojos sin querer. Ahora sí tengo el convencimiento de que estoy embarazada.
Tanto que, al día siguiente, cuando vuelvo a casa, comienzo a tomar ácido fólico. Los síntomas de embarazo no solo regresan sino que van a más. Tengo náuseas, sueño, siento movimientos uterinos ajenos y comienzan a darme asco los olores. ¿Puede algo tan pequeño sobrevivir a tanta sangre? Me lanzo a buscar y me llueven palabras, explicaciones que quiero que me cuadren, que sean la verdad para mí, para nosotros. Así, leo sobre gemelo evanescente, sobre mujeres que sangran tan normales y siguen embarazadas. Y pienso que es posible. Que eres posible.
Tras otro día de síntomas decido hacerme un test. Estoy completamente segura del positivo. Me lo hago de noche, así, descuidadamente, anticipándome al sí. Pero el maldito test no marca otra rayita. Estático se queda, riéndose en mi cara, su marca de control. Miro y remiro las instrucciones. Seguro lo hice mal. Además la sensibilidad es de 20 IU, demasiado poca. Y es de noche. Lo mismo tengo la hormona todavía poco concentrada. Vuelvo a leer el papelito. Lo mojé poco, seguro. Y que no siempre aciertan, bien puede tratarse de un falso negativo. Me derrumbo. La realidad se me impone según pasan los minutos: has sangrado, el test es negativo, no hay bebé. Se me aferra como esperanza la ecografía que me puedo hacer en un par de días. La última esperanza es un punto de un milímetro. Y vuelvo a leer sobre mujeres que incluso dan negativo en sangre estando embarazadas.
Al día siguiente, nada más levantarme, en el papel, flujo de ovulación. No tengo ningún síntoma pero me quedo tranquila, en cierta forma. Tras días de incertidumbre, por fin, reconozco algo en mi cuerpo. Por fin sé en qué momento del ciclo estoy. Y es un alivio. Se me confirma el aborto. Lo asumo y explica la menstruación extraña, la sintomatología de embarazo, el ciclo detenido. Entiendo que mi útero reacciona aún a un embarazo que ahora es fantasma y sé que en cuanto avancen los días la ovulación irá imponiéndose, el ciclo echará a andar y con él se marchará este embarazo. No es una pérdida. Es el principio del camino. Vas a volver...

O principio do camiño...
É venres e saio de viaxe. Quero facer vida normal e deixar, por fin, as elucubracións, o control milimétrico do corpo, o exame de cada substancia expulsada. Moitas horas sentada no coche e lixeiros movementos do meu útero que aparto ó instante, como moscas molestas.
Pero, ó día seguinte, é o peito o que se me rebela, o que ignora que non, que non hai embarazo, que marchou, e sinto a presión que caracteriza a suba do leite. Por un segundo dudo. Estou na casa de Anna, podería pedirlle un test. Que parvada, céntrate, menstrúas, hai sangue, non hai bebé.
E pasa outro día e estou no parque e, con toda seguridade, nótote no meu útero. Marcharon as moscas. Estás. Non o podo negar. Non o podo dubidar. Estou de pé e móveste e vou andando só a paso lento porque te sinto enchéndome o útero e me turras ata das pernas. Cando chego ó coche durmo, ese sono incontrolable que pecha os ollos sen querer. Agora si teño o convencemento de que estou embarazada.
Tanto que, ó día seguinte, en canto volvo a casa, comezo a tomar ácido fólico. Os síntomas de embarazo non só regresan senón que van a máis. Teño náuseas, sono, sinto movementos uterinos alleos e comezan a darme noxo os cheiros. Pode algo tan pequeno sobrevivir a tanto sangue? Lánzome a buscar e chóvenme palabras, explicacións que quero que me cadren, que sexan verdade para min, para nós. Así, leo sobre xemelgo evanescente, sobre mulleres que sangran tan normais e seguen embarazadas. E penso que é posible. Que es posible.
Tras outro día de síntomas decídome a facer un test. Estou completamente segura do positivo. Fágoo de noite, así, descoidadamente, anticipándome ó si. Pero o maldito test non marca outra raíña. Estático queda, a rir na miña cara, a súa marca de control. Miro e remiro as instrucións. Seguro fíxeno mal. Ademais a sensibilidade é de 20 IU, demasiado pouca. E é de noite. O mesmo teño a hormona aínda pouco concentrada. Volvo ler o papeliño. Molleino pouco, seguro. E que non sempre acertan, ben pode tratarse dun falso negativo. Derrúbome. A realidade imponse segundo pasan os minutos: sangraches, o test é negativo, non hai bebé. Aférraseme como esperanza a ecografía que me podo facer nun par de días. A última esperanza é un punto dun milímetro. E volvo ler sobre mulleres que incluso dan negativo en sangue estando embarazadas...
Ó día seguinte, nada máis levantarme, no papel, fluxo de ovulación. Non teño ningún síntoma pero quedo tranquila, en certa forma. Tras días de incerteza, por fin, recoñezo algo no meu corpo. Por fin sei en que momento do ciclo estou. E é un alivio. Confírmaseme o aborto. Asúmoo e explica a menstruación estraña, a sintomatoloxía de embarazo, o ciclo detido. Entendo que o meu útero reacciona aínda a un embarazo que agora é fantasma e sei que en canto avancen os días a ovulación irá impoñéndose, o ciclo botará a andar e con el marchará este embarazo. Non é unha perda. É o principio do camiño. Vas volver...

mércores, 15 de xuño de 2016

Sangre



El día 13: Día das Letras Galegas. Es festivo y pasamos un día tranquilo. Estoy atenta, como todos estos días, a los movimientos ajenos en mi útero. Recreándome en la diferencia del latido propio al impuesto, al ser que me crece y se individualiza. Es un blastocisto dentro de mi endometrio. Aferrándose a la vida. Es de noche cuando salgo a pasear. Voy con tu hermano, un paseo tranquilo, corto. A la vuelta comienzo a notar tirones en el útero, en el lado derecho. Siento a fuego la cicatriz uterina. Es la primera vez que noto mi útero cercenado. Hasta ese momento no había descubierto su cicatriz. Me parecía inmaculado, como si nunca le hubiesen hecho una cesárea. En momentos puntuales del ciclo sí quemaba fuego y calambre la cicatriz externa. Como un breve tirón eléctrico. Pero dentro nunca. Y ahora varias ráfagas me hacen tomar consciencia de su realidad. Al llegar, en el baño, de casualidad, descubro que mancho rosa. Estoy manchando rosa. La mancha es clara en el papel. Intento pensar, buscar una explicación que todo lo salve. El día coincide con el sangrado de implantación, pero nunca lo he tenido. El día puede coincidir con la menstruación. No puede ser. ¿Y todo lo que he sentido? Cara de tonta. No es una menstruación normal. Ni un solo síntoma. Ahora me duele. Empiezo a manchar sangre y sé que nada está en mis manos. Será sin depender de mí.
El día que ojalá sea 14: Me levanto con molestias. Apenas he manchado por la noche y esta mañana lo hago en forma de sustancia marrón terrosa. Definitivamente, no es mi menstruación normal. Se me enciende la esperanza pero salgo a andar y siento la sangre derramarse abundante. Ahora sí que la hemorragia es grande, más grande que mi menstruación, y se acompaña de pequeños trocitos de tejido marrón. Me duele. Siento una molestia constante en el útero y en los ovarios. Ahora creo que es un aborto. Busco información sobre la implantación, sobre el aborto. Y decido reposar por si acaso, por si es solo un susto, por si dejo de sangrar. Por si... Sigo sintiendo tus movimientos en mi útero y creo que deliro, que es imposible sobrevivir a tanta sangre, que no has podido aferrarte ni a una pequeña isla de endometrio.
Me quedo en silencio, dejo de escribir. El optimismo de mi ginecólogo no puede con el peso de la desolación. El optimismo de ese porcentaje de blastocistos inmunes a los sangrados y que no son el mío. El silencio me invade el cuerpo, sin esperanza, sin movimientos y mi sangre fluye ya como una menstruación normal. Todo ha sido un sueño. El dolor me obliga a despertar.

O día 13: Día das Letras Galegas. É festivo e pasamos un día tranquilo. Estou atenta, como todos estes días, ós movementos alleos no meu útero. Recreándome na diferenza do latexo propio ó imposto, ó ser que me crece e se individualiza. É un blastocisto dentro do meu endometrio. Aferrándose á vida. É de noite cando saio pasear. Vou co teu irmán, un paseo tranquilo, curto. Á volta comezo a notar tiróns no útero, no lado dereito. Sinto a lume a cicatriz uterina. É a primeira vez que noto o meu útero cernado. Ata ese momento non descubrira a súa cicatriz. Parecíame inmaculado, como se nunca lle tivesen feito unha cesárea. En momentos puntuais do ciclo si queimaba lume e cambra a cicatriz externa. Como un breve tirón eléctrico. Pero dentro nunca. E ahora varias refachos fanme tomar consciencia da súa realidade. Ó chegar, no baño, de casualidade, descubro que mancho rosa. Estou manchando rosa. A mancha é clara no papel. Intento pensar, procurar unha explicación que todo o salve. O día coincide co sangrado de implantación, pero nunca o tiven. O día pode coincidir coa menstruación. Non pode ser. E todo o que sentín? Cara de parva. Non é unha menstruación normal. Nin un só síntoma. Agora dóeme. Empezo a manchar sangue e sei que nada está nas miñas mans. Será sen depender de min.
O día que oxalá sexa 14: Levántome con molestias. A penas manchei pola noite e esta mañá fágoo en forma de substancia marrón terrosa. Definitivamente, non é a miña menstruación normal. Acéndeseme a esperanza pero saio a andar e sinto o sangue derramarse abundante. Agora si que a hemorraxia é grande, máis grande que a miña menstruación, e acompáñase de pequenos anaquiños de tecido marrón. Dóeme. Sinto unha molestia constante no útero e nos ovarios. Agora creo que é un aborto. Busco información sobre a implantación, sobre o aborto. E decido repousar por se acaso, por se é só un susto, por se deixo de sangrar. Por se... Sigo sentindo os teus movementos no meu útero e creo que deliro, que é imposible sobrevivir a tanto sangue, que non puideches aferrarte nin a unha pequena illa de endometrio.
Quedo en silencio, deixo de escribir. O optimismo do meu xinecólogo non pode co peso da desolación. O optimismo desa porcentaxe de blastocistos inmunes ós sangrados e que non son o meu. O silencio invádeme o corpo, sen esperanza, sen movementos e o meu sangue flúe xa como unha menstruación normal. Todo foi un soño. A dor obrígame a espertar.

martes, 14 de xuño de 2016

Días de embarazo



O día 3: É sábado pola mañá e por fin non chove. O meu útero e anexos levan días revolucionados. Se poño as mans case podo sentir o ruído de todas as miñas células traballando sen parar a súa pluripotencialidade materna. Paréceme que me escoito abrirme e abrazar esa célula que xa son unhas poucas, guiándoa trompa abaixo. Imos plantar patacas e a terra é como o meu corpo fecundado esperando abrirse paso, a vida, que rompe as tebras da terra nun ciclo perpetuo. Os nosos úteros, as terras acostumadas a ver nacer, a ver morrer. Todo está no seu sitio. Nada está mal. Nada acontece contra min. Recíclome. Cada día busco as imaxes do desenvolvemento embrionario humano. Véxote unirte en ti, dividirte, multiplicarte, emprender o teu primeiro gran viaxe a través do meu corpo, ata o meu útero, que te espera ansioso de vida, temeroso de morte, aberto a toda posibilidade. Bríllame unha ilusión. Amaso a empanada.
O día 4: Empezo a imaxinarte. Imaxino a nosa foto de familia. Imaxínote bebé entre os teus irmáns. Véxonos saíndo todos xuntos no coche que xa non ten un oco. O útero tírame de traballo e camiño despacio. Paseo polo monte e náceme o sorriso, fácil, desde o ventre. Vou paso a paso, gozando dos movementos do meu útero que se che compasa. Iso é, día a día, un día máis, sen plans para mañá porque non existe máis que este instante de fráxil equilibrio da túa vida na miña. A delicada danza das células replicándose, ocupando o seu lugar para formarte. Imaxino a túa cara, o teu olor, o teu parto, o teu peso sobre o meu corpo. E imaxino de novo a morte e míroa directamente á cara. Non teño medo dos seus dedos fríos. Xa son campo arado, vella de po, póusanseme bolboretas e somos cegas. Ninguén mas arrebata.
O día 5: Estou chegando a casa. Veño polo monte co teu irmán que para a cada briza de herba. Espéroo, xírome para miralo e chamalo cada poucos pasos. Un punto de luz e fogo irrompe da trompa ata o meu útero. Síntote. Xa estás aquí, chegaches ó endometrio que debe acubillarte, facerche forte, medrar contigo e a miña barriga. Xa queda menos. Quero que pasen estes días indecisos e fráxiles. Quérote carballo rexo plantando as túas raíces no meu ventre. Quero que quedes. Quero coñecerte, que aínda estás moi calado, neno, aínda envolto de silencio. Un punto só. A miña ilusión é un punto indetectable ó ollo humano. O meu corpo traballa constante e é revolución uterina. Agora amaina. Intento atribuírche cada mínima flutuación. Fago memoria dos síntomas, recompilo sensacións para saberte en min. Deixo de facer hipopresivos. Levo conta do que como porque penso en ti. Cóidonos. Quero dicirllo a todo o mundo, aínda que non sexas máis que unha posibilidade. Agora estás aquí e a miña ilusión crece cos días. Leo sobre o embarazo e os seus cambios coa intensidade da primeira vez. Como se fose primípara. E abráiome desta inxenuidade que se asemella á inocencia do tempo en que non morrían os bebés. A felicidade aínda é posible. E vence ó medo.
O día 7: Nada máis saio da casa, rescato un paxariño da boca da cadela Lupa. Tan pequeniño, latexándome sobre a man. Non ten máis que as babas e o susto. Ó pouco sae voando. E hoxe é o día en que te incrustas no meu útero, no lado esquerdo. É mediodía e de novo estou co teu irmán volvendo do monte. Deixaramos as patacas no forno e, a medio camiño, recordo que non lles puxen nin unha pinga de aceite. Quero voar a casa pero a velocidade é incompatible coa curiosidade dun neno. Cada charco, cada herba, mosca, monte de terra, a pedra ben grande que se empeña en transportar, de man a man, a ombreiro, a cabeza... Xa chegando a velocidade de tartaruga, crávasteme na entraña. Doulle a man ó teu irmán, para que por fin abandone o charco e veña a casa salvar as patacas que poidamos. Vén comigo lacazaneando e ó chegar a casa queda no patio mentres eu corro ó forno. Por sorte o temporizador saltara xusto cando as primeiras empezaban a chamuscarse. Saco, boto aceite, reprogramo, cruzo os dedos. Aí entra el na casa, descalzo dunha bota que busco por todo o patio sen resultado. E volvo buscar. A bota non aparece, nin enteira nin esnaquizada entre as fauces dos cans. Á mañá seguinte volvo ó monte. No primeiro charco xace a bota perdida. Levara o neno descalzo para casa. Os meus despistes de embarazo son máis fiables que un test.
O día 8: Teño todos os síntomas posibles de embarazo. Dúrmome. Péchanseme os ollos. Ese sono de pálpebras pesadas como se cargases co mundo nas pestanas. Dúrmome con que pase cinco minutos sentada. Vivo no despiste e embriágame unha sensación de irrealidade que por veces me fai observarme fóra do meu corpo. Por momentos vén a min a disociación e véxome pouca cousa esperando unha barriga. E véxome tocar fondo e nada me importa porque todo se relativiza ata o absurdo. Todo é superfluo. Quedo no meu instante que á vez é incerteza completa que perturba a miña paz. Son unha montaña rusa e só podo continuar o meu camiño, teoría da inercia. Só fago e sobrevivo.

Días de embarazo



El día 3: Es sábado por la mañana y por fin no llueve. Mi útero y anexos llevan días revolucionados. Si pongo las manos casi puedo sentir el ruido de todas mis células trabajando sin parar su pluripotencialidad materna. Me parece que me escucho abrirme y abrazar esa célula que ya son unas pocas, guiándola trompa abajo. Vamos a plantar patatas y la tierra es como mi cuerpo fecundado esperando abrirse paso, la vida, que rompe las tinieblas de la tierra en un ciclo perpetuo. Nuestros úteros, las tierras acostumbradas a ver nacer, a ver morir. Todo está en su sitio. Nada está mal. Nada sucede contra mí. Me reciclo. Cada día busco las imágenes del desarrollo embrionario humano. Te veo unirte en ti, dividirte, multiplicarte, emprender tu primer gran viaje a través de mi cuerpo, hasta mi útero, que te espera ansioso de vida, temeroso de muerte, abierto a toda posibilidad. Me brilla una ilusión. Amaso la empanada.
El día 4: Empiezo a imaginarte. Imagino nuestra foto de familia. Te imagino bebé entre tus hermanos. Nos veo saliendo todos juntos en el coche que ya no tiene un hueco. El útero me tira de trabajo y camino despacio. Paseo por el monte y me nace la sonrisa, fácil, desde el vientre. Voy paso a paso, disfrutando de los movimientos de mi útero que se te acompasa. Eso es, día a día, un día más, sin planes para mañana porque no existe más que este instante de frágil equilibrio de tu vida en la mía. La delicada danza de las células replicándose, ocupando su lugar para formarte. Imagino tu cara, tu olor, tu parto, tu peso sobre mi cuerpo. E imagino de nuevo la muerte y la miro directamente a la cara. No tengo miedo de sus dedos fríos. Ya soy campo arado, vieja de polvo, se me posan mariposas y somos ciegas. Nadie me las arrebata.
El día 5: Estoy llegando a casa. Vengo por el monte con tu hermano que se para a cada brizna de hierba. Lo espero, me giro para mirarlo y llamarlo cada pocos pasos. Un punto de luz y fuego irrumpe de la trompa hasta mi útero. Te siento. Ya estás aquí, has llegado al endometrio que debe cobijarte, hacerte fuerte, crecer contigo y mi barriga. Ya queda menos. Quiero que pasen estos días indecisos y frágiles. Te quiero roble fuerte plantando tus raíces en mi vientre. Quiero que te quedes. Quiero conocerte, que aún estás muy callado, niño, aún te envuelve el silencio. Un punto solo. Mi ilusión es un punto indetectable al ojo humano. Mi cuerpo trabaja constante y es revolución uterina. Ahora amaina. Intento atribuirte cada mínima fluctuación. Hago memoria de los síntomas, recopilo sensaciones para saberte en mí. Dejo de hacer hipopresivos. Vigilo lo que como porque pienso en ti. Nos cuido. Quiero decírselo a todo el mundo, aunque no seas más que una posibilidad. Ahora estás aquí y mi ilusión crece con los días. Leo sobre el embarazo y sus cambios con la intensidad de la primera vez. Como si fuese primeriza. Y me asombro de esta ingenuidad que se asemeja a la inocencia del tiempo en el que no morían los bebés. La felicidad aún es posible. Y vence al miedo.
El día 7: Nada más salgo de casa, rescato un pajarito de la boca de la perra Lupa. Tan pequeñito, latiéndome sobre la mano. No tiene más que las babas y el susto. Al poco sale volando. Y hoy es el día en que te incrustas en mi útero, en el lado izquierdo. Es mediodía y de nuevo estoy con tu hermano volviendo del monte. Hemos dejado las patatas en el horno y, a medio camino, recuerdo que no les he puesto ni una gota de aceite. Quiero volar a casa pero la velocidad es incompatible con la curiosidad de un niño. Cada charco, cada hierba, mosca, montón de tierra, la piedra bien grande que se empeña en transportar, de mano a mano, a hombro, a cabeza... Ya llegando a velocidad de tortuga, te me clavas en la entraña. Le doy la mano a tu hermano, para que por fin abandone el charco y se venga a casa a salvar las patatas que podamos. Viene conmigo remoloneando y al llegar a casa se queda en el patio mientras yo corro al horno. Por suerte el temporizador ha saltado justo cuando las primeras empezaban a chamuscarse. Saco, echo aceite, reprogramo, cruzo los dedos. Ahí entra él en casa, descalzo de una bota que busco por todo el patio sin resultado. Y vuelvo a buscar. La bota no aparece, ni entera ni destrozada entre las fauces de los perros. A la mañana siguiente vuelvo al monte. En el primer charco yace la bota perdida. Había llevado al niño descalzo para casa. Mis despistes de embarazo son más fiables que un test.
El día 8: Tengo todos los síntomas posibles de embarazo. Me duermo. Se me cierran los ojos. Ese sueño de párpados pesados como si cargases con el mundo en las pestañas. Me duermo con que pase cinco minutos sentada. Vivo en el despiste y me embarga una sensación de irrealidad que por veces me hace observarme fuera de mi cuerpo. Por momentos viene a mí la disociación y me veo poca cosa esperando una barriga. Y me veo tocar fondo y nada me importa porque todo se relativiza hasta el absurdo. Todo es superfluo. Me quedo en mi instante que a la vez es incertidumbre completa que perturba mi paz. Soy una montaña rusa y solo puedo continuar mi camino, teoría de la inercia. Solo hago y sobrevivo.